martes, 29 de septiembre de 2009

Nadando en la nada

Forzada a escribir, porque no escribo hace mucho, me doy cuenta que tengo tanto en la cabeza que no tengo nada qué decir.
Falta de ideas y pensamientos, solo siento preocupación y mucho cansancio.
Deseo mi cama, mi mejor soporte y compañera en la agonía, mas no voy porque... no me apetece.
No sé si el sobrepeso me lleva a tanta flojera o es la desgana de empezar el mañana... y digo desgana porque todo es cansancio, no porque odie volver a despertar.

Despertar a ocuparme del mundo, a seguir con la vida, a pelear en la esquina con algún taxista carero, o tal vez un microbusero; ir a comprar comida; no poder echarme a ver una película; laborar para ganar unos chelines, trabajar para mantenerme firme; no hablar para no gastar mi garganta en vano, no hablar porque no es necesario; preparar café, porque de eso vivo; tratar de cantar aunque no emito ningún sonido... perderme en las calles de esta ciudad cosmopolita, perder mi rostro en las fachadas y ventanas, que cambian mi figura constantemente y me hacen ver graciosa. Sucumbir ante la comida porque siento antojo...
Y volver a mi BF acolchada y con almohadas para esperar al siguiente día, en el que mi rutina, ajena a algún plan de vida, vuelve a empezar, con algunas variantes, pero en todo igual: porque la vida me mantiene en el mismo ruedo día a día sin clemencia, como parte de su juego.

Sólo es cosa de tratar de apreciar el parque con la diferencia de la luz del día anterior: hojas más verdes, ambiente más fresco; cada día tiene su propio peso.